Coleccion #66

RABIA DE MÍ Sin deseos de Acapulco ni golondrinas volando por el espacio. Me atribuyo seminarios de soledad, me embalsamo con ferroviarios en las madrugas londinenses hacia el suroeste. Tengo rabia de mí, del recuerdo fugitivo, de los acontecimientos estáticos. Vuelvo al crepúsculo, al olor del anochecer; me trasporta la imaginación y concluyo rompiendo papeles de poemas rotos, de amores desaperci-bidos, de gente confusa. Y vago por el Mediterráneo de mis ilusiones, y allí me reconecto con Aristóteles y su filosofía. Pero sigo siendo pasajero de este barco hasta el confín de la tertulia, y me juego la lengua con los patriarcas del género, y buceo en la capa de ozono, y no consigo no más, que esta rabia de mí... ¡Tanta fuerza por dentro! Y esa dinastía que me mira con los ojos atravesados, como si fuera un verdadero demente, y pueda que lo sea, pero mi rabiar es una serpentina en el cielo, un giro de noventa grados, una goleta en libertad sobre las olas, y así vuelvo a zarpar por los ventrículos de mi corazón hasta cruzar por las Cataratas y reposar en mi talón de Aquiles. Más que nunca necesito escribir, más que nunca necesito desenfrenar esta capacidad de ideas y movimientos de líneas zigzagueadas, cuando la verdad, mi verdad, aún carece de mercado para yo mismo escucharla fuera de mí.