Coleccion #93

CONCUBINATO ILÓGICO En esta abreviatura sin molde, a veces tardamos hasta la muerte para darnos cuenta de quien estuvo ahí para nosotros. ¡No decidamos nosotros mismos por nuestro destino! Pero aquí, en este Concubinato Ilógico, es mi casamiento con el Escribir. Me siento involucrado en un matrimonio de hechos y medidas conspirativas contra el racismo de las letras. Concubinato ilógico trae eso que es una pareja sin compromiso pero que comparten en cierto punto, una vez por semana la misma cama. Tengo mala memoria, por eso escribo, para no olvidarme cuando leo o para ver algo nuevo que pensé en algún instante, como si estuviera acabado de cocer del horno cerebral. Hay momentos que recargo la pistola del Porvenir, y me doy cuenta de que el Porvenir y la mierda son la misma cosa. Mi vida es para mis hijos y mi amor es para mi mujer; si después del estropeo diario, de la cadena perpetua que es la rutina de sobrevivir, nos queda espacio para compartir y amarnos. Denuncio la demencia de este sacrificio de meterme en el pellejo de los demás y en el mío propio. No sé cómo podré salirme de este vicio o apego que es una vida plasmada de inquietudes sobre esta vía Láctea y es el papel. En prosodia, acepto como un concubino que lógicamente produce palabras con mesura y debido a la práctica o al estudio. Igual, encasillarse en una sola sintonía es aburrido. ¡Es Concubinato Ilógico! Me destuerce la cabeza y me estimula la percepción de las reglas no admitidas, y controlar la redacción necesaria e innecesaria, como para no escribirla. Me siento tan viejo como Matusalén. Dejar una huella o un rastro siquiera, significa un logro importante. Pero sigo pensando que dejamos nuestros propios senderos desde el momento en que nacemos. Por eso atestiguo en un papel, por eso lloro en tinta... Así quedaré de herencia sobre este planeta.