Coleccion #49

Oso invernadero que descansa sobre una colina. Fogata y choza al sur de Massachusetts. Rosa nocturnal, espacio de la melena que se corta a machete y fuerza astral que vacila la penumbra. Alegato del que sufre la soledad en la piel ajena y pedazo de carne rota por desesperanzas y arrebatos. Soy el crucifijo del Cristo y la serpiente de Eva; el coloquio que se denuncia al silencio y se entiende con la nada;el residuo de una idea y la locura que se queda en cero; el perezoso del difunto en el ingreso de la sociedad. Vivo la guerra de las pesadillas constantes y no salgo de una para entrar en otra. Soy repugnante y solitario en la tela de esta soledad. Aventuras de loco y pasados de héroe es lo que firmo, del bolsillo roto de los cuentos que cuento. Pero es la soledad, mi acompañante de ida y vuelta y el resto de las frustraciones que acumulo en vida. Me identifico con el miedo que aparece sin saber por qué. Y le fundo la base a lo interrogante para morir respirando. Ella me consuela si mira que estoy despierto, enredando pensares y buscando calabazas de esas que sirven para largarse. Diseño mapas que no tienen figuras y obras en blancos para leerlas, como para recaudar el dinero por la venta que no existe. Es total la soledad de mi alma, mi cabeza y cuerpo; no saben los pies por dónde ando, no sabe mi tía si soy el mismo Pedro de la esquina o soy algún aguacero venidero. La señal que me queda es SOS contra viento y marea, re-costado al travesaño de los pasajes olvidados y aniquilado tras mi Ser solo, junto a la compañía de mi soledad.